El impacto global del COVID-19 ha sido indudable. Desde el mes de marzo, dentro de la región sudamericana, se han experimentado cambios muy profundos en la política, en la economía y en la vida social. La ciudadanía tuvo que adaptarse a las nuevas regulaciones de confinamiento y aislamiento social, las cuales han reconfigurado el papel de los medios de comunicación tradicionales, así como de las redes sociales que últimamente han tenido una importancia singular por su capacidad de transmitir información y crear fuertes tendencias de opinión casi diariamente.
Si bien en muchos países se está restableciendo gradualmente las actividades (sobre todo en el plano laboral), la mayoría de los sectores productivos prosiguen con el empleo de plataformas remotas de comunicación y retroalimentación. Ante este escenario (que puede prolongarse hasta mediados del 2021), surgen una serie de reflexiones en torno a la disrupción tecnológica, los avances constantes en las TIC y dispositivos online (cada vez más portátiles, con mayor capacidad de almacenamiento y energía; hiperconectados, sencillos y fáciles de usar) y su efecto prolongado en la interacción y convivencia humana.
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